Protección de los adultos mayores durante la pandemia de COVID-19, y más allá

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Los adultos mayores tienen un riesgo significativamente mayor de mortalidad y enfermedad grave después de la infección por la COVID-19, y aquellos que tienen más de 80 años mueren a un ritmo cinco veces superior que el promedio. Se estima que el 66 % de las personas de 70 años o más tienen al menos una afección subyacente, lo que las coloca en un mayor riesgo de impacto severo por la enfermedad.

Adicionalmente, los ancianos pueden sufrir discriminación por edad en las decisiones sobre atención médica, triaje y terapias que salvan vidas. Ya antes de la actual pandemia, se estimaba que hasta la mitad de las personas mayores en algunos países en desarrollo no tenían acceso a los servicios de salud esenciales. A ello se suma la reducción de los servicios críticos no relacionados con la COVID-19.

Algunas personas mayores se enfrentan a vulnerabilidades adicionales en este momento. El virus no solo amenaza su vida y su seguridad, sino también sus redes sociales, el acceso a los servicios de salud, sus trabajos y pensiones. El impacto en la salud y los servicios de atención a largo plazo para las personas mayores debe reconocer y enfrentar los desafíos particulares a los que se ven expuestos, incluida su capacidad para acceder a tratamiento y atención médica.

La protección de nuestros ancianos

S prevé que, entre 2019 y 2030, el número de personas de 60 años o más aumentará en un 38%, de mil millones a 1,4 mil millones, superando en número a la juventud a nivel mundial, y este crecimiento será especialmente mayor y más rápido en las regiones en vías de desarrollo.

El maltrato de las personas mayores es un problema social que existe en los países en desarrollo y desarrollados y, por lo general, no se notifica suficientemente. Tan solo en unos pocos países desarrollados hay tasas de prevalencia o estimaciones, que se sitúan entre un 1 % y un 10 %. Aunque se desconoce la magnitud del maltrato de los ancianos, su importancia social y moral es indiscutible. Por este motivo, este problema requiere una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de sus derechos.

Las formas de definir, detectar y resolver el maltrato a los ancianos tienen que enmarcarse en el contexto cultural y considerarse junto con los factores de riesgo que tienen una especificidad cultural. Desde una perspectiva sanitaria y social, si los sectores de atención primaria de salud y los servicios sociales no están bien preparados para detectar y resolver el problema, el maltrato de los ancianos seguirá estando semioculto.

Vea también: Resumen de políticas: El impacto del COVID-19 en las personas mayores

Fuente: INFOMED

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