Muchos países y comunidades de países han emprendido una carrera para que su forma de vida dependa cada vez menos de combustibles como el petróleo y el carbón mineral. Ha sido más o menos silenciosa pero firme, sobre todo desde la primera década de este siglo. Los mayores protagonistas se extienden desde Japón hasta la Unión Europea, pasando por China, Australia y también los Estados Unidos.
Las corporaciones no petroleras han abordado el asunto desde el mercado,
como es de esperar. Y los gobiernos lo han hecho desde las regulaciones e
indicaciones legales, como es también de esperar. Un caso interesante es el de
la iniciativa de la Unión Europea para promover los edificios de consumo de
energía “casi nulo” y las mejores prácticas para garantizar que antes de que
finalice 2020 todos los edificios nuevos sean así. Y “casi nulo” quiere decir
que el propio edificio genera energía a partir de fuentes no convencionales
como es la luz del sol que lo baña por el día, o la velocidad de los vientos
que lo circundan, o los desechos materiales que produce. Se diseñan
también para consumir mínimos en alumbrado, climatización y otros propósitos
sin renunciar y hasta amplificando sus funcionalidades.
La información disponible en internet a los cubanos de lo que otros han
hecho y que pueda servirnos de referencia y base para nuestros propios avances
en este aspecto es copiosa y de todas las fuentes. Desde regulaciones europeas
hasta panfletos comerciales de empresas que diseñan e instalan sistemas
combinados “a la medida” para las viviendas.
Algunos especialistas consultados confirman que con solo la conversión
máxima posible en electricidad de la radiación solar subtropical que
diariamente calienta los techos y paredes de nuestras casas alcanzaría para
suplir todo el consumo energético en el habitáculo. Esto incluiría la
cocción de alimentos, la iluminación y el aire acondicionado durante el día.
Y puede sobrar energía. También tiene la ventaja de que el edificio queda “a la
sombra” de esa radiación y ya no se calienta tanto si el sistema fotovoltaico
que se usa es abarcador. Así se ahorra mucha energía en el aire acondicionado.
El perfeccionamiento permanente que estas tecnologías experimentan en eficiencia
puede llegar a que los excedentes de energía durante el día se pudieran
“vender” a la empresa eléctrica para compensar la que le compraríamos para las
noches. ¿Quién sabe si hasta pudiera alimentarse también un automóvil o
motocicleta eléctrica familiar?
Una imaginación fértil de estos avances puede provocarse en cualquiera con
la simple observación de las azoteas de cualquiera de nuestras ciudades en un
tórrido mediodía. Veríamos un área inmensa y diversa de techos. El calor del
sol incidente en ellos solo los calienta. Así crea la necesidad de que los que
habitemos o estemos bajo esos techos tratemos por todos los medios de
refrescarnos. Y eso lo hacemos consumiendo energía de la red eléctrica mediante
un ventilador o un equipo de climatización. Si la luz que acompaña a ese calor
se pudiera usar para producir electricidad, la ganancia es doble, porque nos
calentaría menos y además nos puede refrescar con el equipo de aire
acondicionado.
Existen otras posibles fuentes propias como el uso del biogás
que inevitablemente se genera de las aguas residuales de cualquier edificación
habitada por seres vivos, o la posible disponibilidad de turbinas que generen
alguna electricidad con los vientos que viajan por azoteas y patios.
Hasta ahora hemos avanzado notablemente en lo conceptual y práctico para que
nuestras organizaciones proyecten y ejecuten inversiones en plantas que ayuden
a aprovechar la energía solar que incide sobre nuestro suelo, los vientos que
atraviesan nuestro largo y estrecho caimán y la exuberante masa vegetal que ese
mismo suelo puede producir en relativamente poco tiempo, con la ayuda del
propio sol. Algo también se desarrolla con el aprovechamiento energético de la
caída de las aguas de la montaña. Siempre se hace para una administración empresarial
corporativa, esencialmente estatal.
Sin embargo, la vida de una sociedad y la realización de su economía se hace
invariablemente y en cualquier sistema social a través de las personas y sus
respectivos microcosmos. Un sistema capitalista gobierna esta fuerza a través
del mercado, principalmente. Si usted es creativo y dispone de los fondos
necesarios se compra o diseña un sistema para que su casa o el edificio donde
vive o trabaja sea eficiente energéticamente y así reduce lo que tiene que
pagar por energía a las compañías suministradoras. Pero Fidel nos enseñó en su
momento que el socialismo es capaz de lograr mucho más a través de las
individualidades. Un simple cálculo de costo contra beneficio lo llevó a que el
estado le suministrara a todos los cubanos una bombilla ahorradora
gratuitamente a cambio las incandescentes que predominaban a principios de este
siglo y que se ganara para todos. La economía de un país no solo se edifica con
grandes inversiones centralizadas.
La
capacidad de innovación que nos caracteriza y nuestras necesidades de
independencia energética podrían encontrar en la proyección y adaptación de
nuestros habitáculos un escenario que garantice un futuro de prosperidad y
bienestar. Para esto tenemos que aprovechar mejor las ventajas de un verdadero
socialismo, como el que deseamos tener.
Nuestro sistema es esencialmente idóneo para
gestionar que los potenciales de investigaciones científicas y tecnológicas, de
iniciativas, de emprendimientos, de proyección, de diseño, de producciones
innovadoras de la industria y de comercialización interna puedan estar todos en
completa sincronía. Los cubanos podríamos ir a
una tienda y comprar uno o varios dispositivos, de un menú diverso y adaptable
de ofertas disponibles para todas las necesidades y bolsillos.
Esto nos permitiera hacer nuestra vivienda cada vez más autosuficiente
energéticamente. Las tecnologías que hoy permiten estas ventajas existen en el
mundo, están bien documentadas y seguramente las dominan muchos de nuestros
especialistas. Está claro que faltan los procedimientos cotidianos de gestión
de la economía nacional, la ciencia, la tecnología y la innovación que puedan ir
produciendo estos avances y poniéndolos en práctica de forma expedita y
natural, como debe ser si perseguimos prosperidad y su sostenibilidad.
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