Treinta de noviembre de 1956, preámbulo de victorias

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Fuente: Agencia Cubana de Noticias (ACN)

En julio de 1955, Fidel Castro partió al exilio en México y en su carta de despedida dijo: “De viajes como este no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies”, y al año siguiente en plena preparación de la expedición del yate Granma ratificó el compromiso en la frase “En el 56 seremos libres o mártires”.

No obstante, los más allegados al dictador Fulgencio Batista creyeron que Fidel no podría cumplir la palabra empeñada de regresar al país y reiniciar la lucha.

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El joven líder le encargó a Pedro Miret y Ñico López recorrer la zona oriental con Frank País, jefe de Acción Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, para definir los escenarios de la lucha armada, especialmente en Santiago de Cuba y Manzanillo, donde Celia Sánchez Manduley y sus compañeros organizaban la base insurreccional en apoyo a los futuros expedicionarios.

Fidel había acordado previamente en un viaje que realizó Frank a territorio azteca que la orden del levantamiento llegaría en un telegrama con el siguiente texto: “Obra pedida agotada” y estaría dirigido a Arturo Duque de Estrada, mensaje que se recibió en Santiago a las 11 de la mañana del 27 de noviembre, aunque se enviaron otros similares a las direcciones provinciales del Movimiento 26 de Julio de La Habana y Las Villas, y al Directorio Revolucionario.

De acuerdo con el plan, Frank precisó a los jefes del alzamiento en Santiago que las misiones serían cercar y atacar el cuartel Moncada, contra el cual se haría fuego con un mortero en manos de los revolucionarios como señal para iniciar el combate.

Además, atacarían las sedes de las policías nacional y marítima y asaltarían una ferretería para ocupar armas y municiones. Se estableció como fecha del alzamiento el 30 de noviembre, calculando que coincidiría con el arribo al país del yate Granma.

También se concibió que se incorporarían a los expedicionarios combatientes en las zonas cercanas al desembarco como Guantánamo, Bayamo y Manzanillo.

El peligroso viaje por el mar embravecido desde México hizo imposible esa coincidencia del desembarco con el levantamiento, lo cual influyó en la gran cantidad de tropas que la tiranía dispuso para sofocar la acción en Santiago de Cuba.

Espontáneamente el pueblo santiaguero se sumó a las acciones del grupo de revolucionarios, quienes por primera vez salieron a las calles vistiendo el uniforme verde olivo y el brazalete rojo y negro del 26 de julio.

La lucha se generalizó en la ciudad, aunque los encargados de disparar el mortero contra el “Moncada” fueron detenidos. Pero se incendió la Estación de Policía, se tomó su sede marítima y la armería donde ocuparon armas y municiones, todo como estaba previsto en el plan inicial.

También se peleó en otras regiones orientales, y con menor fuerza en Camagüey, Santa Clara y en el resto del país se realizaron numerosas acciones, principalmente de sabotaje.

A mediados de la mañana del 30 de noviembre la resistencia fue mermando en Santiago, por la caída de los principales líderes como Pepito Tey, Otto Parellada y Tony Alomá frente a la gran cantidad de fuerzas del ejército y la policía de la región, que fueron enviados a la urbe, por lo que se dio la orden de retirada.

La tiranía presentó el alzamiento como un fracaso, y días después anunció la supuesta liquidación de los expedicionarios del Granma y la muerte del Comandante en Jefe Fidel Castro, pero en realidad la epopeya de Santiago de Cuba fue solo el preámbulo de los triunfos que permitirían llegar al triunfo definitivo del primero enero de 1959. (Por Jorge Wejebe Cobo, ACN).

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