Yasnay estaba despierta, curiosa miraba a su alrededor y preguntaba inquisidoramente. Quería saber todo cuanto sucedía tras la cortina quirúrgica. ¿Irá bien? ¿Habrán dado con el problema? El tiempo pasa.
Seis horas y 37 minutos transcurren, las más largas en la vida de esta señora de 50 años de edad. En cama, indecisa, indaga si puede reír o llorar… ¡mejor hablar, y bastante! Los cubanos somos buenos conversadores, y así el tiempo se va.
Entonces dialoga con el sicólogo, saluda a los enfermeros, a los médicos, e incluso, a un inquieto periodista y dos camarógrafos que se empeñan en registrar cada detalle de lo que sucede en aquel salón de operaciones.
Sí, porque estaban en un salón, en el de neurocirugía, del Hospital General Docente Dr. Agostinho Neto. Allí Yasnay, trabajadora bancaria, protagonizaba un hecho trascendental en la historia de la medicina guantanamera: la extracción de un tumor cerebral a una paciente (en este caso, era ella) mientras permanecía despierta.
No es la primera vez que sucede, ya antes se había operado exitosamente a un señor de 54 años, pero aún así la tensión y el altísimo grado de dificultad del proceder hacen que resulte un hito repetirlo, y más aún, salir victoriosos.
Dirán que fue un milagro, pero no, es una demostración de la calidad técnica y profesional de nuestros galenos, otro ejemplo de la grandeza de la medicina cubana gratuita y universal. Para Yasnay entrar y salir de aquel sitio devino, ante todo, un acto de fe, de confianza absoluta y hermandad, porque ese equipo que la acompañó antes, durante y después de la operación se convirtió en parte indisoluble de su vida, en el momento en que decidió darle nuevas esperanzas, luego de que le diagnosticaran un tumor cerebral.
Lo inusitado
“La paciente tenía una lesión cerebral, y yo le dije que la podía ayudar -dice el doctor Francisco Parra, especialista en Primer Grado de Neurocirugía-, jamás le impuse el tratamiento, le expliqué todas las alternativas posibles, entre ellas, la cirugía con el paciente despierto y las ventajas que tenía. Ella lo pensó, se tomó su tiempo y se decidió por ese método”.
El doctor Parra es de los más jóvenes en el equipo de Neurocirugía del Hospital General Docente Dr. Agostinho Neto, y desde que culminó estudios en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, se dedica a la cirugía de mínimo acceso, principalmente oncológica. Fue en la capital donde vivió por primera vez la experiencia de una cirugía con paciente despierto, y le encantó, por lo cual decidió practicarla en Guantánamo.
“Siempre me disgustó que los guantanameros tuviesen que viajar a La Habana para resolver determinadas situaciones de salud, por eso mi interés por formar un polo científico aquí. Comencé en el Hospital Pediátrico Pedro A. Pérez, donde operé a dos niñas con sendos tumores cerebrales, y salieron bien. Luego me trasladaron para el Agostinho Neto y, tras atender más o menos siete u ocho casos, decidí probar la técnica de cirugía con paciente despierto.
“Busqué mucha información en Internet, participé en seminarios online, y me llamó la atención un neurocirujano oncológico, el mexicano Alfredo Quiñones Hinojosa o Doctor Q, quien realizó cirugías similares en más de 400 casos y, según decía, nada superaba la eficiencia del método, que obliga a mejorar la prudencia y sensibilidad del médico en interacción con el paciente durante la práctica quirúrgica”, explica.
La craneotomía y exéresis con paciente despierto en el mundo puede costar más de medio millón de dólares. Demanda un nivel de experiencia mayor, de 10 a 15 años, con entrenamiento en hospitales de alta tecnología y un equipo multidisciplinario…
“Tuvimos que prepararnos todos, comenzando por la paciente; había que alistarla para enfrentar la ansiedad, la fatiga, el miedo, y cada día fuimos entrenándola en los pasos que implicaba la cirugía. Luego nos sentábamos y determinábamos hasta qué punto había avanzado”, detalla el médico.
Tal fue la efectividad del tratamiento clínico y otras medidas evaluativas del equipo, que Yasnay no solo llegó a la cirugía apta por criterio neurológico, sicológico y anestésico, sino con una fe tremenda y tal dominio de los procederes a ejecutar que no hubo ningún tipo de complicación en el ejercicio práctico, e incluso, minutos después de operada ella ya podía caminar, hablar, pues ningún área funcional había sido afectada.
La resección total y segura de la lesión tumoral, conservando las funciones cognitivas, motoras y sensoriales es, de hecho, la ventaja fundamental de la cirugía con paciente despierto, que no lleva anestesia general, e implica apenas una incisión pequeña, que con el tiempo se recupera rápidamente.
“La base del éxito de este proceder fue el factor humano, el amor y el diálogo entre los especialistas y la paciente, quienes lograron que todo saliera bien. El trabajo en equipo y la altísima calidad de los profesionales condujo al óptimo resultado de la cirugía, a pesar de limitaciones tecnológicas”, afirma Alejandro Reitor Garcés, sicólogo del grupo.
Para Reitor, en lo personal, el caso fue un reto, pues aunque se dedicaba a la terapia de acompañamiento a pacientes, nunca se había imaginado a sí mismo haciendo esa tarea en un salón de operaciones, y menos hilvanando su ciencia con nuevos saberes recién aprendidos sobre neurocirugía.
“En casi siete horas de pie tuve que evaluar indicadores de funcionalidad neurológica y sicológica, estar pendiente a la frecuencia cardíaca, el ritmo respiratorio y a la vez emplear herramientas para manejar el estrés, como la relajación muscular, la progresiva… Fue tal la compenetración con la paciente, que cuando sintió dolor, ella me apretó la mano, como quien tiene a un amigo al lado, y hubo un momento que rio a carcajadas (o reímos)”, recuerda el sicólogo.
La operación de Yasnay fue también para este especialista guantanamero, momento de innovación profesional e invención… el uso de técnicas novedosas en los salones de cirugía, como la conversación por Bluetooth, la proyección de imágenes y sonidos, la realización de ejercicios sencillos en plena acción quirúrgica y la plática constante, fueron vitales en el proceder quirúrgico.
“Comentábamos sobre la familia, la vida cotidiana y los procedimientos en marcha… fue una experiencia única, pues se logró tal sensibilidad que llegué a compartir los sentimientos de la paciente, y los devolví a ella en confort y tranquilidad. Sin duda, como práctica, es algo digno de socializar y multiplicar”, asegura el sicólogo.
Algo más grande
Toda operación quirúrgica tiene sus complejidades, más si se trata de obrar en el cerebro de una persona despierta, que te habla como si se tratase de un encuentro normal. La diferencia en este caso es que más allá de la empatía que se logra, hay un grupo de expertos detrás de la amena charla: el neurocirujano, el sicólogo, el anestesiólogo, también debería haber un radiólogo, un patólogo, el clínico…y los habrá de forma fija.
El doctor Francisco Parra sueña, y ya dio los primeros pasos para ello, con lograr sistemacidad en este tipo de operaciones. La idea es rebasar los muros del Agostinho Neto, e ir hasta las Áreas de Salud en un proyecto más grande que permita preparar a los médicos generales e integrales de los consultorios, para captar tempranamente personas con lesiones cancerígenas, hacerles la cirugía y devolverlos bajo seguimiento a la sociedad con mayor calidad de vida.
Al realizar este reportaje, Yasnay seguía ingresada, llena de fuerza y fe en que podrá reincorporarse al trabajo sin dificultades; por ese milagro agradece a todos, inclusive, a quienes siguieron el caso a través de redes sociales, pero el tributo especial va para el equipo del Neto, que le devolvió la esperanza y al que ella misma insta a seguir en esa noble tarea de salvar vidas en Guantánamo.
Tomado de: Venceremos
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