“Terremoto”, así definen no pocas personas a Víctor Ángel Rodríguez Lovaina, porque a sus cuatro años “sacude” todo lo que encuentra a su paso, estremece a quienes lo observan y hasta conmociona los sentimientos.
La primera vez que lo vi trepaba en un santiamén a una carriola tirada por caballo, e inmediatamente bajaba casi saltando, para ir hacia unos sacos llenos de piedra y arena. Ipso facto cogió una pelota, la “pateó” y corrió tras ella. La risa rebosaba su cara y sus ojos delataban felicidad.
Dicho así no hay nada de extraordinario, pues los niños a esa edad es difícil verlos quietos, pero en Víctor llama la atención por sus condiciones físicas. Y es que este menor, residente en 8 Sur No. 24 en Isleta, desplaza su cuerpo con gran agilidad y sin demostrar cansancio sobre una prótesis de pierna derecha, y el pie izquierdo con tratamiento por malformación.
El nacimiento de un ángel
“Víctor nació por cesárea a las 38.4 semanas”, cuenta hoy Osneivy Lovaina Larrudet, la madre, quien entonces tenía 26 años de edad y se desempeñaba como Agente de Seguridad y Protección en el Hospital General Doctor Agostinho Neto, institución donde transcurrió su embarazo por ser una paciente hipertensa.
“Hospitalizada contraje neumonía bacteriana y me recluyeron en Terapia Intensiva. Allí, al cabo de varios días, reventé la fuente y decidieron practicarme la cesárea”. Hace una pausa y contempla a su hijo, quien de momento, más tranquilo, armaba un rompecabezas en una tablet.
“Cuando nació -dice mientras aprieta los labios y respira profundo- los médicos mostraron asombro, lo cual me indujo a preguntar qué pasaba y se apuraron en contestar ‘nada, nada’. Me lo mostraron muy rápido, me trasladaron a recuperación y de ahí nuevamente para Terapia Intensiva. Solo 10 días después tuve en los brazos a mi bebé. Hasta entonces no sabía qué sucedía con mi hijo.
“Los sicólogos habían venido a conversar conmigo y los médicos seguían asombrados, hasta su propio padre, pero yo no, no podía asombrarme de lo que había nacido de mí. Lo asimilé con cariño, consciente del reto, pues mi niño había nacido con multimalformación en los miembros inferiores”, y muestra una foto guardada en su archivo telefónico.
“Lo curioso es que en el embarazo ninguna prueba de las que practican a las gestantes, dio alterada, todo parecía normal, justo hasta el nacimiento de mi ángel.
“Luego vinieron muchas consultas con especialistas de todo tipo. Intervenciones quirúrgicas en el pie izquierdo a los tres meses de nacido; amputación de la pierna derecha al año y tres meses; rehabilitaciones; prótesis, interconsultas que exigieron de mí mucha calma, entrega y comprensión, y el acompañamiento a mi niño, y mucha cooperación de él que, pese a su corta edad, pareció entender lo que ocurría y lo asumía desde su inocencia siempre riendo.
Como para corroborar lo expuesto, Víctor llama, me muestra un video de cuando le amputaron la pierna: aún con la sutura en el muñón se deslizaba por la cama hasta quedar colgado de la sábana mientras reía a carcajadas. La madre sonríe y dice “parecía un ángel que volaba” y el niño tercia: “No mama, una araña que cuelga”.
Desde el especialista
El doctor Evis Navarro Pérez, especialista en Primer Grado en Ortopedia y Traumatología, artífice de las intervenciones quirúrgicas practicadas en el niño, confiesa por WhatsApp que en más de 20 años como especialista nunca vio caso similar.
“El niño nació con una patología severa denominada Hemimelia peronea tipo 2. Malformación congénita no común. Le faltaban huesos completos de la pierna derecha. Tenía ausencia total del peroné y una tibia hiploplásica. Tampoco existían huesos en los dedos del pie, más un tobillo y la rodilla completamente inestable, esta última causada por alteraciones en el fémur distal. Era algo realmente muy extraño.
“El pie izquierdo es varo equino, asociado además a microdactila (dedos muy pequeñitos) y polidactilia también, tenía un dedo demás, este era grande y le colgaba en el centro del pie.
“La primera cirugía se la realizamos en el pie izquierdo a los tres meses para extirpar el dedo parásito y mejorarle los otros, luego la segunda intervención fue para lograr un pie plantígrado, es decir, que pudiera apoyarlo y, al año y unos meses, amputamos o más bien desarticulamos la piernecita derecha.
“Amputar, suena demasiado fuerte, es un proceder agresivo, pero salva muchas vidas. Tomamos la decisión correcta, pues por los estudios, el niño jamás podría caminar con esa pierna.
“Desde el punto de vista sicológico, una intervención de este tipo en edades tempranas se asimila mejor, pues el paciente se familiariza con la prótesis y logra caminar más rápido”.
Navarro Pérez en su recuento no olvida el acompañamiento que tuvo del doctor Juan Antonio Delgado López, Toni, también ortopédico, quien falleció víctima de la COVID-19.
“Víctor -concluye- es un niño carismático, risueño, inquieto, juguetón y con muchas ganas de salir adelante. Ha asimilado muy bien su prótesis y la rehabilitación. Debe volver al salón de operaciones para intervenir nuevamente el pie varo equino y así continuar mejorando su patrón de marcha”.
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